ESQUINA
(Estancia La Brava)
A tan sólo seis días de nuestra última
incursión en este particular pesquero, regresamos una vez más con un grupo
de amigos.
La expedición estaba integrada por Fernando,
Bernardo, Diego, Gonzalo, Luis Pedro, Walter, Raúl, Gustavo y Santiago. La
finalidad del viaje más que pasar dos días pescando entre hermanos, primos
y amigos, era hacerle una despedida de soltero a Santiago. Por ese motivo
eligieron alojarse en una estancia que se encuentra en una isla a 30
minutos de lancha de Esquina, buscando privacidad, ya que la misma recibe
un solo grupo de no más de 9 personas, con alojamiento y servicios
elementales.
Cuando llegamos al puerto de Esquina nos
estaban esperando 4 lanchas prontas a zarpar, tres de ellas para pescar y
la cuarta destinada a trasladar los bultos y víveres hacia la estancia.
Mientras la encargada de los servicios realizaba los trámites en
Prefectura, nosotros alistamos los equipos de pesca y nos distribuimos de
a tres por lancha, cosa de no perder tiempo ya que el río estaba más bajo
que días atrás, y ello nos obligaría a pescar una vez más en el cauce del
Paraná. Los guías nos comentaron que la pesca se estaba dando cerca del
arroyo "El Toro", eso significaba que teníamos que navegar no menos de 40
minutos antes de lanzar el primer anzuelo al agua. Encarnamos con "mamacha"
que es la morena de un tamaño mayor al usado comúnmente, la cual pesa
alrededor de 300 grs. Con el río en estas condiciones el pescador debe
esforzarse al máximo en tentar al dorado con la carnada viva, realizando
movimientos continuos con la caña para no dejar que la mamacha se deposite
en el fondo y sea devorada por las infaltables palometas bravas.
El primer día transcurrió con muchas capturas,
pero de mediano porte. Tres dorados que apenas dieron la medida fueron a
parar, uno a la olla de hierro y dos a las brazas. Los guías escogieron
una isla en la desembocadura de El Toro y en unos instantes ya tenían el
fuego encendido, la olla con aceite colgada en un palo sobre la hoguera y
los dos dorados abiertos por el lomo y puestos a las brazas en una especie
de parrilla por demás curiosa y efectiva elaborada con una rama verde con
forma de estaca, rajada en un extremo hasta la mitad formando una
horqueta. Allí colocaron el dorado al que previamente se le había
atravesado dos trozos de rama con forma de aguja de tejer en ambas partes,
desde la cola hasta la cabeza. Hemos comido pescado preparado de varias
maneras, pero como lo hacen los lugareños del Paraná, ninguno.
Al día siguiente nos levantamos bien temprano
para aprovechar la jornada al máximo, desayunamos y salimos. Cuando
llegamos a
la cancha de pesca nos dimos cuenta que las
morenas y mamachas de una de las lanchas que habían quedado del día
anterior, estaban muertas a causa de un descuido del encargado de las
carnadas, que dejó los baldes a la intemperie y el frío de la madrugada
hizo su parte. Esto en las condiciones que estaba la pesca fue nefasto.
Ese día solo tuvimos pique con las mamachas que habían traído esa mañana
para reponer. De todos modos la pesca fue generosa como verán en las
fotografías tomadas, y se cobraron varios dorados que rondaron los nueve
kilos como el que sostiene Walter. A la noche cenamos un cordero a las
brazas, si bien en las ranchadas de islas son lo máximo, en el tema
cordero a la parrilla.....
Nosotros estamos acostumbrados a recibir un
servicio sin contratiempos ni sorpresas como el que nos brinda Los
Quinchos, el hecho de tener privacidad y un lugar para nosotros solos no
nos asegura una estadía de ese nivel.